Almorcé observando al genial Santiago Grisolía atender a su esposa en silla de ruedas. Ví su elegancia y sentí su descomunal talento. Apabulla tanto como acercar el velero a un enorme carguero porta contenedores. Uno se siente diminuto.
domingo, 25 de enero de 2015
Almorcé observando al genial Santiago Grisolía atender a su esposa en silla de ruedas. Ví su elegancia y sentí su descomunal talento. Apabulla tanto como acercar el velero a un enorme carguero porta contenedores. Uno se siente diminuto.
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