jueves, 28 de abril de 2016
Valencia
Los miro tumbados en La Malvarrosa y no sé qué siento. Felices, no necesitan medicinas ni hoteles de lujo. Les basta una camiseta por almohada y agua para refrescar su amor. Me inspiran ternura, envidia y melancolía. Comienzan a vivir. Suerte, chiquillos.
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