...Los hubo valientes, honrados, leales y dignos. También rufianes, aventureros, asesinos y locos...

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lunes, 23 de junio de 2008

La intervención del Patrón en Bilbao. Gracias, amigo.

Presentación de 'Balas de carmín'

Conocí a Alfredo García Francés hace 26 años en un periódico de tirada corta y trayectoria breve que se editó entre el 9 de mayo de 1982 y el 15 de junio de 1983 en Bilbao con el nombre de 'Tribuna Vasca'.

En realidad, era como si lo hubiera conocido de mucho antes; yo había compartido un abuelo con Alfredo, dicho sea en sentido figurado.Cuando estudiaba Náutica a finales de los años sesenta, el abuelo de Alfredo que nos ocupa, capitán de la Marina Mercante, fue mi profesor de 'Maniobra, Estiba, Reglamentos y Señales'. Tenía fama de hueso, de profesor riguroso a la hora de exigir el conocimiento de la asignatura. Nada más lejos de la realidad.

Don Alfredo era un hombre extraordinariamente afable, ya mayor, que nos contaba con talento narrativo y recreándose en los detalles los pormenores de la estiba del algodón y todo el proceso que arrancaba en los algodonales del sur de los EEUU y terminaba en las bodegas de un barco de carga general. El relato incluía la canción que los negros cantaban a sus negras mientras recogían la flor del algodón desde la época de la esclavitud.Me perdonarán este léxico, pero es que en aquella época no estaba generalizado el lenguaje políticamente correcto y don Alfredo no podía saber que en realidad se llamaban afroamericanos. De hecho, los propios afroamericanos también desconocían tal detalle y, seguramente por eso, se llamaban a sí mismos 'negros".

En aquellos tiempos tuvo mucha pujanza el 'Black power' y el movimiento que lo animaba, Black Panthers. En 1968, durante la entrega de medallas de 200 metros lisos en los Juegos Olímpicos de México, los atletas Tommie Smith y John Carlos, ganadores de las medallas de oro y bronce respectivamente, subieron al podio con el puño enguantado en alto, mientras gritaban su consigna 'Black is beautiful!'En fin, que todo se moderniza, pero volvamos a mandamiento o, por lo menos, al tema.

El caso es que conocí a Alfredo en aquella redacción, junto a otra muy buena gente con la que todavía tengo relación de afecto. Él se incorporó a aquel periódico como jefe de Fotografía cuando ya llevaba varios años como fotógrafo en la redacción de El País en Bilbao.Lo primero que me gustaría decir de mi amigo Alfredo es que es buena gente, un tipo de esos condenados a tener amigos hasta en el infierno, qué digo en el infierno, hasta en Euskadi, por su carácter afable y su generosidad.

Recuerdo que en un viaje a Madrid, hace ya años, fui a su casa y allí me encontré con Alfredo Bryce Echenique, que estaba pasando una temporada. Mi impresión fue tanto mayor porque tenía muy reciente la lectura de 'La vida exagerada de Martín Romaña', una de las novelas de mi vida. "Éste es mi hermano peruano", dijo, como si hubiera dicho: "Es mi primo, que ha venido del pueblo". Ir a ver a Alfredo tenía estas cosas. Te podías encontrar con príncipes de la literatura, reinas de las finanzas, poetas o algún amigo colgado que se acogía a refugio sentimental.

En un chat que mantuvo Alfredo en el diario El Mundo, un comunicante le hizo la siguiente pregunta: ¿Por qué un fotógrafo se hace escritor? A mí me interesó mucho la respuesta:"Bueno, en realidad un fotógrafo tiene cubierta su faceta creativa, pero en mi caso, el hecho de hacer fotografía de prensa, que por su misma esencia es absolutamente real, me impedía fabular con mi creatividad. Así, hago novelas por fabular, por imaginar mundos... Por mentir."

En esta respuesta está la clave explicativa de que Alfredo García Francés sea tan buen periodista gráfico y tan buen fabulador, tan buen novelista. Conoce la línea que separa la ficción de los hechos y ésta no es una cuestión baladí. Afecta a la esencia misma del periodismo y no son infrecuentes las ocasiones en que los medios traspasan alegremente esa frontera, bien mediante la fabulación, bien empujando los hechos con las opiniones. Generalmente este es un vicio más propio de los plumillas que de los fotógrafos. Las palabras son de natural más elásticas que las imágenes, y tiene herramientas más elementales y fáciles de usar para la mixtificación. Ahí están, sin ir más lejos, los eufemismos, la corrección política en el habla, las palabras talismán y otras estrategias para velar la realidad.La imagen fotográfica es más objetiva y su alteración requiere plena consciencia. El periodismo escrito tiene una capacidad mayor para la coartada. Basta con que el escribano no conozca el significado preciso de las palabras que usa. Nadie usa el photoshop sin querer, ni recorta las fotos casualmente.

Hace unos años se produjo una polémica interesante en este aspecto. Un fotógrafo de renombre, Javier Bauluz, ganador del Pulitzer entre otros premios fotográficos, publicó una foto tomada en el año 2000 en la playa de Zahara de los Atunes. Se titulaba 'La indiferencia de Occidente' y en ella se veía el cadáver de un inmigrante y una pareja sentada bajo su sombrilla.Los dos únicos personajes vivos de la imagen mostraban, en efecto, una indiferencia brutal por la desgracia ajena. La foto se transformó en un poster que adorna las paredes de no pocas ONG's, como las reproducciones del Guernica adornaban las casas de los progres en la transición. Angelina Jolie se refería a esa foto como `prueba incontestable del trato que los países desarrollados dan a los países pobres. Arcadi Espada denunció la alteración en sus 'Diarios'.

Otra foto tomada en contraplano en la misma playa ayudaba a formarse una idea un poco más compleja de la realidad. En ella podría verse a más curiosos arracimados junto al cadáver, una cámara de televisión, otro fotógrafo de prensa y dos periodistas tomando notas.¿Es conceptualmente una buena foto? Sin duda, como también lo era la foto de la niña descalza metiendo un clavel en la bocacha del fusil que simbolizó la revolución de los claveles en Portugal. Pero esas fotos son propaganda, no periodismo.

Alfredo escribe novelas por mentir. Es muy de agradecer. Los mentirosos de verdad lo hacen sin salir del oficio para ello. Así pues, el autor nos lleva mintiendo en cuatro entregas. Debo confesar otra perplejidad: la que sentí cuando me contó que había terminado una novela de Indias, (El hidalgo Segundón) a la que seguirían otras dos partes. Soltarse como narrador acometiendo una trilogía de época, revela dos cosas: que el autor es persona de gran aliento fabulador y que elige la línea de mayor resistencia, de mucho mérito las dos. Es como si un arquitecto novel presentara como proyecto fin de carrera los planos para construir tres catedrales góticas, un empeño muy noble en sí mismo, pero improbable por extremadamente ambicioso. Pero es que, además, las tres catedrales de Alfredo estaban muy bien hechas, muy bien documentadas y escritas en el castellano como el que deberían haber hablado sus protagonistas en el caso de hubieran sido personajes reales.

En esta cuarta novela, 'Balas de carmín' sigue en el mismo paisaje cinco siglos después y tiene ese mismo cuidado del lenguaje en un habla que recrea la de los protagonistas. Pues bien, 'Balas de carmín' cuenta la historia de una mujer secuestrada en Colombia por las FARC y obligada a matar para seguir viviendo. Durante los años 1978, 1979 y 1980, años se celebraron: la aprobación en referéndum de una Constitución democrática, el primero; la aprobación del Estatuto de Autonomía, el segundo, y las primeras elecciones para tener un parlamento que nunca antes habíamos tenido en los 7.000 años de historia de este pueblo, como diría el lehendakari. Pues bien, durante estos tres años, ETA asesinó a 247 personas.

Traigo este dato a colación para explicar que Alfredo García Francés fotografió prácticamente todos estos cadáveres. Y esa es una experiencia vital de la que nadie sale como ha entrado. Puede haber quien se proteja con un manto de cinismo y quien se sienta implicado. Yo creo que esta experiencia no es ajena a la elección temática de 'Balas de carmín' y a la rotundidad del planteamiento: Ahí, en ese momento se me enfrió la sangre para siempre; me di cuenta de que, si vivía tras matarlo, nunca más sería yo misma. Aun así sujeté el revólver con ambas manos, apunté a su nuca y tiré suavemente del gatillo. Después del estruendo del tiro y el brutal retroceso que casi me arranca el arma, me estremecí. Será la humedad, pensé, sintiendo arder el metal del revólver.

La protagonista, que como muy bien ha dicho el editor colombiano de la novela, crea una nueva heroína de la narrativa en español, acaba de describir su bautismo de sangre, que es el asesinato de su padre. El autor ha escogido ser mujer, bajo la piel de la protagonista, Lany, que es, además, lesbiana. Esta doble condición es una declaración de principios de Alfredo, que a mí me recuerda mucho al mejor personaje del cine de Truffaut, un alter ego del director. Es Charles Denner, el protagonista de "El hombre que amaba a las mujeres". La condición de lesbiana es la defensa del libre albedrío, el sexo como metáfora de la libertad. La descripción del asesinato de su padre es brutal, como lo es la violencia que describe y que atraviesa las 518 páginas de la novela, como es la tragedia que todavía atenaza a esa gran nación que es Colombia.

Una violencia de unas dimensiones colosales, que hacen parecer una chiquillada lo nuestro, si no fuera porque no se puede establecer parangones en asuntos como éste, en el que cada crimen es una tragedia absoluta e imposible de relativizar. Estamos hablando de un país en el que a lo largo de los últimos once años se han registrado 23.666 secuestros. Las FARC han perpetrado 6.848, casi un 30%. Le siguen en el ranking de autoría el ELN, con 5.406 y Sin establecer, 5.213, amén de otros 6.000 que se reparten entre los grupos Delco, Disidencias y Autodefensa. En la actualidad permanecen secuestradas 2.800 personas. En los cinco últimos años, solamente las FARC han cometido 3.240 homicidios.No hay comparación posible, pero sí algunos elementos en común: en ambos casos, los terroristas persiguen el desistimiento de la sociedad y en todas partes están muy cerca de conseguir sus objetivos cuando los ciudadanos se distraen.

Gabriel García Márquez lo explicó magistralmente en el capítulo 4º de 'Noticia de un secuestro':"con las primeras bombas, la opinión pública pedía la cárcel para los narcoterroristas, con las siguientes pedía la extradición, pero a partir de la cuarta bomba empezaba a pedir que los indultaran."Así está el tema, queridos y queridas, pero esto debería ser motivo de otra charla. Hoy aquí hemos venido a hablar de su libro, como diría aproximadamente Umbral y quiero recomendarles vivamente que no se vayan de aquí sin comprarlo o lo lamentarán.Nada más por mi parte, salvo subrayar que, de todo lo que he dicho, lo más importante es esto último. Muchas gracias. Bilbao, 19 de junio de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

YA ME GUSTARIA A MÍ TENER AMIGOS QUE ME RECUERDEN DE ESTA MANERA Y CON ESA SABIDURÍA, TE LO MERECE G. FRANCÉS

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