Sarkozy señaló en una entrevista que los europeos están perdiendo la fe en el proyecto de la Unión. Debemos, dijo, cambiar nuestra manera de construir Europa porque los ciudadanos están preguntándose si, en definitiva, no estarían más protegidos por sus autoridades nacionales que por las europeas. El pobre Sarkozy no debe conocer la realidad española.
Pobre, presidente de Francia, le espera un marronazo con reformas sobre inmigración y cambio climático, cooperación en defensa y reformas agrícolas. Además de la patada en los pelendengues que nos acaba de dar Irlanda y Polonia.
Me aterra pensar que ocurriría si durante estos seis meses fuera Zapatero el presidente de la Unión. Aunque no soy nada partidario de la ampliación como se está haciendo casi me siento más protegido por las autoridades unionistas que por la españolas, sin ánimo de ofender. Sobre todo con un presidente mentiroso que sigue insistiendo en llamar lenta desaceleración a una crisis de puta madre y con un jefe de oposición dormido en disputas regionales.
¿Lidiaría nuestro presidente del Gobierno de España con una sonrisa bobalicona, dos palabras de inglés y unas cuantas birras a los irlandeses y polacos mosqueados? ¿Controlaría con su característica energía la inmigración o lo solucionaría con otro “papeles para todos”? De la Defensa, no me atrevo ni a hablar, en pleno cambio de nuestra “cópula” militar. Y de los tomates, por aquello de la Alianza de Civilizaciones, que se dieran por jodidos los murcianos, ya se sabe que las frutas y verduras de Marruecos son mejores que las cristianas.
Nos queda el glamour. Ahí sí que me siento tranquilo. Donde vas a comparar a Sonsoles con esa fresca. Un buen matrimonio dominguero con unos viajeros trotamundos. Nada, ahí sí que les damos a los franchulés por la Revolución. Bien enculés, con perdón.
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