...Los hubo valientes, honrados, leales y dignos. También rufianes, aventureros, asesinos y locos...

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miércoles, 8 de octubre de 2008

Los viejitos

Esta mañana he acompañado a mi mujer al primer control radiográfico de su tobillo roto.



Pasillos y pasillos empujando la silla de ruedas y, luego, esperas ante las consultas. En esos ratos me he fijado en los viejitos. Cada vez más mayores, aumento de la esperaza de vida, y cada vez más solitos, las familias se desbaratan.



Todo tipo de ancianos, de todos los estilos que se encuentran en una gran ciudad como Madrid. Con bastón de puño como Gala, con garrota como los de Muchachada Nui, con muletas, con sillas de ruedas, temblorosos, decididos, del Norte y del Sur, con sombrero tirolés y con gorrila de chulapo mdrileño. Elegantes y pulcros, o desastrados y dejados.



Los que han abandonado el campo para recalar en casa de sus hijos habitantes de esta ciudad. Viejitos enjutos, con la boina calada, zapatillas de rejilla, camisa de tergal y el desconcierto de quién se abandona en manos de una nuera solícita.



Ancianas urbanitas atildadas, pintadas y con la permanente recién hecha, acompañadas de la melancolía de una juventud y belleza perdidas y en manos de inmigrantes, más o menos amables, pero mercenarios.



Salvo unos pocos privilegidos que acompañados de sus hijos, nueras y yernos o nietos, mantienen la mirada altiva, el resto jodidos. Cada vez más mayores y cada día más sólos.



Pagando a golpe de euro la compañía o con agradecimiento el interés de una vecina compasiva. Porque cada vez vivimos más. Quizás demasiado.



¿Qué será de los que no tenemos hijos? Seguramente, deberemos ponernos en manos de una persona con juventud y sin dinero, esperando que no sea un psicópata y que, después de la crisis, nos llegue la pensión para poder pagarlo. De momento todavía somos jóvenes y por suerte no padecemos enfermedades incurables. Somos privilegiados.



Pero, ¿a cuántos de estos viejitos no los va a matar el pánico al tsunami financiero?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

A quien Dios no le da hijos el diablo le da sobrinos, Don Alfredo.

Digo yo que cuando seamos viejitos nuestros chiquitines nos acompañarán a todos al hospital...

Le traigo una maldad para que se anime un poco (no sé si usted ha sido muy de Astérix, yo sí):

El Museo de Cera fabrica una nueva figura de Doña Letizia para adaptarse a su nueva imagen

Anónimo dijo...

¡Qué tristeza! Ésto merece otra copa, hip.

Un abrazo.

García Francés dijo...

Cierto Dª Prismática, el diablo es maloso y no sabe que inventar para torturar a los pobrecitos seres humanos.

Sí, había visto lo de la Princesa de Asturias, pero ya conoce el dicho colombo-venezolano: "No hay mujer fea, sino marido pobre".

Un beso, Doña.

García Francés dijo...

D. Javier, ¡no me asuste que me temos que su familia me demande por incitarle a la bebida con mis entradas...!

Marga dijo...

No sé qué decirle en relación con los hijos... Creo que cuando nos tengan que acompañar a todas partes por ser incapaces de hacerlo solos, dará igual tenerlos que no.
Yo sí los tengo, pero creo que mi maldito orgullo no me permitirá pedirles que lo hagan y buscaré los mercenarios que usted menciona. Además, y aun queriéndolos del todo, y llevándome con ellos tan bien como es posible hacerlo con veinteañeros, espero con ansia el día en que cumplan los treinta, edad en la que, según los entendidos, pasan a decir "qué razón tenían mis padres".
Cordialmente.

García Francés dijo...

Madame Gracía, noto una profunda melancolía en su comentario. Eso sí, melancolía y resignación tan elegantemente expresada como todo lo suyo.

Esperemos que los ahorros que no nos roben ahora nos dejen algun buen pasar para dedicarlo a esos mercenarios de los que hablábamos. En el fondo, es lo que hace el Ejército desde hace años.

No tema, ya vendrá ese "qué razón tenían mis padres", sólo ntente qu no sea demasiado tard. Yo me arrepentí de no poder decírselo a mi padre.

Bueno, sacudamos la tristeza, madame, debe ser el otoño.
Reciba mi afecto

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