Medio dormida, puse Napoli Mediterránea, el último CD de la Montecorvino, y escuché la mezcolanza de melodías, fusión de instrumentos árabes y cíngaros que, más que canzonettas, parecían temas para bailar la danza del vientre; distinguí algunas versiones conocidísimas de Gloria Lasso y de Renato Carosone, que, además de las clásicas napolitanas, fueron de las preferidas por mi papá allá por los años cincuenta.
Escuchaba sólo a medias aquellas viejas y hoy absurdas canciones, cuando, su voz de puta portuaria, susurrante y desgarrada, me hizo despertar como si hubiera recibido una patada en el bajo vientre.
Me revolví inquieta en la cama; aquella voz me llegaba tan adentro que enloquecía de placer al oírla; aumenté el volumen sintiendo oleadas de alboroto que recorrían mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta mis falsas uñas de porcelana. Escuchándola, no acababa de creer lo que ocurría; estaba tan caliente que al tocarme me sentí empapada, completamente mojada.
Mi cuerpo rígido pedía a gritos un orgasmo que, aplacada la tensión nerviosa, me trajera de nuevo la paz. Buscándolo separaba y cerraba las piernas, apretaba los muslos y mis caderas acompañaban la música girando y moviéndose acompasadamente. Y entonces, como un hierro candente abrasándome las entrañas, aquella voz me conmovió hasta lo más profundo y unos gruesos lagrimones comenzaron a resbalar de mis ojos cerrados. Sonaba un barriobajero O sole mio, tan desgarrado y sexual que parecía cantado con el coño. Diríase que alguien follaba a la intérprete que desfallecida, temblando y con un hálito de voz, se comía las sílabas porque el placer le impedía terminar las palabras. Yo me aproximaba al climax, cuando, sacando fuerzas del desmayo, ella, finalizó la canción con la última estrofa.
Ma n’atu sole
cchiu’ bello, oi ne’
‘o sole mio
sta ‘nfronte a te!
Entonces tuve el mayor, más largo y más salvaje orgasmo de mi vida. Trémula, asombrada, sudando y con los muslos apretados, sintiendo aún el placer de mil gatos arañándome las tripas, comprendí el misterio. Era, siempre fui, lesbiana.
6 comentarios:
La voz envuelve,estremece,acaricia,abraza,besa,hace q puedas llegar a poder divisar infinitos campos......
UN relato maravilloso. Se mire por donde se mire.
UN abrazo, amigo mío.
DON ALFREDO ES USTED UN CACHONDO MENTAL Y UN GRAN ESCRITOR UN ABRAZO GRANDÍSIMO
Cierto, Dª Nazaríes, la voz conmueve las fibras más sensibles de nuestros adentros. Un abrazo, amiga.
Gracias, D. Rogelio. Creo que a usted le hbrán emocionado las referencias musicales, ¿me equivoco?
Un abrazo muy fuierte, amigo mío.
Le agradezco mucho sus elogios, amigo Hatoros. Un abrazo muy fuerte, amigo.
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