La tercera edad festeja a tope haciendo botellón

Esta mañana hemos hecho un maratón de purés. Bajo mis indicaciones de chefnutricionista se ha cocinado dieta blanda hasta que en la cocina había más vapor que en las calderas del Titanic. Luego, he llenado el frigo y el congelata hasta las cartolas. Tranquilidad.

Ahora vengo de pasar revista. Me encuentro en el salón de mi progenitora a sus amigas portorriqueñas, algo indispuestas, y con un chico como rarito. La que vomita es Dª Mary, la otra su hija. Bernarda, la cubana del puro, y mi mamá, están encerradas en la habitación sin parar de largar. He escuchado detrás de la puerta y se siente entrechocar de vasos y muchas risas nerviosa.

No estoy seguro de lo que hablaban pero, según parece, Dª Amalia, soñó que una noche vino la muerte a su habitación del hospital y su compañera de cuarto, una yonqui bien pochola con numerosos fallos multiorgánicos, le sacudió tal sartenazo que hizo huir a la parca. Y se ríen porque igual no fue un sueño. Ya digo. Estas viejitas me están vacilando y, además, se ponen hasta las trancas. Espero que sea jugo de frutas. Aunque el humo recuerda más a Jamaica.