Vale. Vale. Mi curriculum cabe en un papelillo de liar canutos. Soy hispanorifeña. Inventora de la teoría de la Madurescencia. He hecho alguna que otra carrera universitaria como medio para prolongar mi adolescencia, me entiendo en varios idiomas, he recibido algún premio literario cuyo importe me he gastado en compritas.
He estudiado durante cinco años Medicina Natural y yoga kundalini. Mi profesión esencial es aprendiza, peregrina y buscadora. Esencialmente he vivido cincuenta y cuatro años en el infierno, lo que garantiza que las tripas se reciclen en puro amianto, pero como pertenezco al colectivo madurescente y ahora que cumplo los cincuenta y cinco, me propongo recuperar, no el tiempo perdido, porque todo aporta experiencia para el camino, sino el tiempo no vivido. Y sé que tengo tiempo para estudiar más, investigar más, curiosear más el Universo, decirle a diario al Buen Dios que tiene que quererme mucho porque soy muy sentida y la desatención me afecta y me harto de llorar.
Amo el mundo de los neurotransmisores, deleitarme con mis pulcras caligrafías rusas, recuperar mi lengua natal, el tamazight, viajar a Siria para estudiar arameo, la lengua de mi Señor Jesucristo. Soy judeocristiana y como tal rabiosamente pro judía, adoro al Mossad y he hecho incursiones muy dolorosas en el Krav Magá pero me falta masa muscular. Aunque lo conseguiré. Para meterme en buenas riñas y refriegas, como somos los rifeños, broncosos a tope, pero sin acritud, denuncias, ni malos rollos.
Mis guías espirituales son José María Doria, Fernando Sanchez Dragó y Mario Conde. No me considero excesivamente interesante, más bien normalita y si tengo amigos es porque los amigos han querido serlo y de paso que les haga videncia y les trabaje cristales (la gente es muy convenía). No hay gran cosa que contar, ni logros excepcionales, a mí, sencillamente me gustaría que me definieran como una persona buena y que se nota que soy de leche judeocristiana y mujer de honor. Nada más.
Ser solidario (y que se sepa) es lo más hermoso del mundo para determinado tipo de individuos e individuas. Lo del “Siente a un pobre en su mesa” de las campañas de caridad del franquismo, se ha visto ampliamente superado por la “Ayuda solidaria en plan internacional”. Viajar a países exóticos donde te reciben como a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente y los lugareños hacen fiestas y humildes celebraciones autóctonas con niños indígenas disfrazados de típicos con los que apetece muchísimo hacerse “la foto”. Eso sí, para el desplazamiento solidario hay que disfrazarse de Indiana Jones o de Turismo de Aventuras y ser filmado en video con rostros de feliz abnegación y careto de sacrificado optimismo.
Las limosnas y caridades, cuanto más lejos aprovechan más. Y los safaris onegetistas son muy políticamente correctos. Como el emprendido con cajas de alimentos por los cooperantes catalanes, sí, esos pobres que han sido secuestrados por los terroristas en Mauritania. Lo que significa un gasto millonario para España ya que tienen que intervenir Ministerios al más alto nivel, movilizar a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, organizar un amplio despliegue y un caro dispositivo. ¿Se imaginan la de hambre y fatigas que se podrían quitar a parte de los ocho millones de pobres españoles tan sólo con lo que va a costar la misión para rescatar a los cooperantes? Por no hablar de si los criminales quieren pedir un rescate por esas tres criaturas, hoy presentes en mis oraciones. ¿Serán capaces las familias de los humanitarios cooperantes de embarcarse en créditos para rescatar a sus allegados o nos costará el dinero a todos los españoles?
Los telediarios machacan con la escena del cargamento de cajas con rumbo a Senegal, para aliviar a la población. Aunque Senegal no es especialmente pobre, podrían haberse alargado a Etiopía, Somalia, las Castañetas de Málaga, las Tres Mil viviendas de Sevilla, las Barranquillas madrileñas o a los poblados de chabolas del extrarradio de cualquier ciudad de por aquí. Aunque también a los inmigrantes que recorren como sombras los campos de Andalucía, buscando pan y jornal, cuando los jornales se los llevan los parados españoles que han tenido que volver al campo, a la fresa, la uva o la aceituna. Sí a esos hambrientos de solemnidad que hacen cola en los comedores sociales o se acercan a las Carmelitas Descalzas de Baeza que se quitan el cacho de pan de la boca para dar la bolsita de subsistencia a los extranjeros a través del torno que gira y gira. Igualito que cantara Carlos Cano, amigo del alma de mi marido el viejo Erik el Belga en esa alacena de las monjas, que te dan gloria bendita, pastelillos y toronjas y dulces de leche frita… Que, a la hora de su descanso, mi Erik quiere que le hagan una misa rociera y que le canten por Carlos Cano, como debe de ser.
Pero me voy y me pierdo. Porque no es lo mismo repartir caridad entre negritos que llevarle un tazón de sopa a un yonki apestoso, con las venas gangrenadas por el pico. Ni repartir mantas a los sidosos que se acurrucan entre cartones después de haberse fumado el revuelto. Ni visitar a los jubilados con pensiones de cuarenta mil pesetas y arrimarles avíos para el puchero y pagarles el recibo de la luz y decirles que no vayan a escarbar en los contenedores, que para eso están los cooperantes, para enviar pedidos mensuales del Mercadona a los viejos de la pobreza vergonzante. Pero, ¿quién coño va a querer retratarse para salir en una revista a la vera de un engancháo todo asqueroso y sin dientes? ¿Es que da “la imagen” fotografiarse con los que buscan entre las basuras o con viejos y viejas de ojos tristes? No. Queda fatal. Aunque quitarle el hambre a los nuestros, que son nuestra sangre, no conlleva riesgo de secuestro, ni de conflicto internacional. Conlleva, eso sí, el riesgo de conflicto moral y de que le parta a uno el corazón, pero, por el corazón no hay que pagar rescate.
2 comentarios:
Los misioneros de cualquier religión, con menos, hacen más y, además, nunca hubo que pagar rescate por ellos. Hubo un tiempo en que los frailes Mercedarios se prestaban voluntariamente para ocupar el lugar de nuestros soldados caídos en poder de la media luna. Creo que, Cervantes, fue uno de los soldados rescatados de manos argelinas.
Un abrazo y... esperemos que estos cooperantes dechados de virtudes regresen pronto sanos y salvos.
D. Javier, claro, los misioneros son profesionales con siglos de tradición. Y los caravanistas son amateurs.
Un abrazo, amigo mío.
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