De Audrey Hepburn al almuerzo con la bella Mamma Fabricia de Roma

VIAJE por Dª 40Añera
La primera vez que visité Roma me veía como Audrey Hepburn paseando en Vespa con Gregory Peck, pero eso no iba a ser posible, por aquella época era más del estilo de Anita Ekberg en La Dolce Vita. Hacía tanto frío que meterme en la Fontana habría sido un atentado contra mi cuerpo y mi Marcelo se negó en redondo a convertirse en un cubito para rescatarme.

Con este panorama, mis sueños de películas en blanco y negro terminaron refugiados en una trattoria perdida entre callejuelas de las que no recuerdo ni el nombre. La comida trascurrió tranquilamente, pasta, vino, lo típico de unos guiris con muchos tópicos en la cabeza. Lo mejor, la clientela, fauna autóctona, entra las que sobresalía una enorme mesa familiar presidida por una bella señora, rodeada por cinco hombres que dedujimos eran sus hijos y el yerno, éste estaba más alejado y hablaba menos.

La algarabía de la mesa subió en decibelios cuando el camarero trajo “il conto”, uno tras otros comenzaron a sacar carteras al grito de “pago Io”. Muy a la italiana aquello era una pelea para abonar la factura, hasta que una voz que no habíamos escuchado en todo el almuerzo retumbó en la sala: “non, pago Io”. Un silencio sepulcral se apoderó de los comensales y nos dejó a todos con los pelos de la nuca erizados. Cuando la buena señora se dispone a pagar se oye una voz que dice: “¡¡Mamma, posti di lavoro con il seno e pagare anche questo, per favore!!”

Mi Marcelo esponjado en Chianti y aderezado de andaluz se había puesto en pie y le pedía a la matrona madre del padrino que nos sufragara el almuerzo, ya puestos. Yo dejé de respirar y a mi apnea se unieron el resto de comensales. La Mamma y mi chalado consorte se miraron a los ojos y la buena mujer estalló con una risotada que relajó el ambiente. Al final sí que tuve mi película pero se llamó “Almuerzo en Roma con la bella Mamma Fabricia y Grappa para todos.” Ale! Viaja que el placer está en contarlo.