Veni, vidi, vici. Eso han hecho los aficionados franceses. Llegaron con disimulo, por la puerta pequeña; vieron el panorama, bastante negro, por cierto; y vencieron. En sigilo pero sin ceder. El país de los Derechos del Hombre acalla a los supuestos defensores de los derechos de los animales. A los animalistas y antitaurinos. A aquellos que llaman Bambi y Dumbo a los ciervos y elefantes. Desde el Viernes de Pascua, la tauromaquia queda inscrita en el Patrimonio Cultural francés. Sin complejos. Mientras a pocos kilómetros al sur, Cataluña reniega y prohíbe una tradición centenaria. El Rosellón francés es mucho más taurino, respetuoso y coherente que el catalán. Lección del Roussillon al Rosselló.
Mientras, a este lado de Los Pirineos, el traspaso del Ministerio del Interior al de Cultura parece más que suficiente. Una mera formalidad que, en lo práctico, no sirve en absoluto. Es una mudanza, pero nada impide que, de aquí a unos años, derriben la casa nueva. Lo de los franceses es distinto. Han asegurado la casa desde los cimientos, independientemente del partido que gobierne. De hecho, las regiones taurinas galas, cuatro en total -Aquitania, Medios Pirineos, Languedoc-Roussillon y Provenza-, actualmente, son de izquierdas; y el gobierno central, de derechas. La Fiesta, a diferencia de España, no se ha politizado.
Una tradición como los toros –existente desde el siglo XVIII en la Península, uno menos en Francia- justifica por sí misma su protección e inclusión en el patrimonio cultural de ambos países. También, por supuesto, de los sudamericanos. Bien es cierto que, a comienzos del XIX, las tropas napoleónicas casi arrasan con toda la cabaña de ganado bravo del suroeste andaluz. Tenían hambre. El asedio de Cádiz fue largo y costoso. Había que comer y echaron mano de los toros. Bonaparte se convirtió, involuntariamente, en el primer antitaurino de la historia. Doscientos años después, sus descendientes son los mejores aficionados del mundo.
Y lo son por varios motivos. Por las ferias tan atractivas que organizan en medio centenar de localidades; por su amor al toro y a la variedad de encastes (muchas ganaderías sobreviven gracias al mercado francés); por la inclusión de toreros que no son primeras figuras, pero que se curten y se forjan un cartel en Francia; por el modo de gestionar las plazas; y por enorgullecerse de su tradición taurina.
Tomemos nota o nos quedaremos sin toros. Y esta vez no será por las hambrunas del ejército napoleónico.
Nota Éa, señores, lo ha dicho Dª Gloria y yo lo suscribo de la Cruz a la firma. Aunque sobre cuernos y franchutes podría añadir mucho más, sobre todo, recordando aquel 2 de Mayo en Madrid y a sus hijueputas mamelucos. Que Dios los perdone. Y que Dios bendiga a Francia por lo hecho ahora con la Fiesta Nacional española, pronto francesa. AGF
3 comentarios:
El Inglés la Piedra entera,
Francia se queda los toros
Y el Moruno de marruecos
nos manda todos los moros!
Ay, dos de mayo florido
en esta España de cojos
Como no espabilemos
nos darán para los morros
Y al final nos quedaremos
con turistas (..y beodos)
con la deuda galopante
y con Mou y Pepe el Loco
. - - - . - .- .- .- .
Dña Gloria, ya le he dicho que lamento no ser taurino, pero más lamento que los españoles ya no sepamos lo que somos.
Ya sabe ud. mi aficion taurina D. Alfredo, asi que quiere que le diga. Esto es como muchos otras que suceden en este pais, que cada dia es menos, en el cual cada vez son menos las señas de identificacion. Mientras que en otros paises, su bandera, su himno y sus costumbres, son cosas respetadas, aqui es todo lo contrario. Si llevas la bandera de España, eres un facha, si escuchas el himno eres un facha-carca, si te gustan los toros eres un criminal. Fijemonos en los franceses que se nos han subido al morral y nos van a comer la merienda.
Soy aficionado, lo confieso, a los toros -discúlpeme don Cesar- y a las señoras ligeritas de ropa. Ambas prohibidas por los que solo quieren una versión provincianamente vindicativa de sí mismos. Es el prêt-à-porter de las ideas de moda, una manera de repartir ignorancia y miseria a cambio de poder, un chantaje a la inteligencia, al buen gusto y al sentido común. Ahora van a reformar la sanidad, leo, amputando prestaciones y servicios y despidiendo a muchos profesionales, que podrán venir a nuestra casa a disfrutar de la inmersión lingüística española, los toros hispanos y las señoras generosas de piel, y todo ello… sin ira, con la libertad que aún no añoran.
Los franceses, ni mejor ni peor, son otra cosa. Por suerte.
Un abrazo torero, en roman paladino.
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