Conocí en Calella un matrimonio catalán. Recién licenciados y cinco años mayores que yo, lujuriosamente nacarada ella, él un fatuo casi liberado sexualmente. Al segundo día ella pasó la noche conmigo en el apartamento de Carlos Maleras, el de los Gatos Negros. Fue sincera, se lo avisó al marido pero le dejó gimotear toda la noche tras la puerta. Él recibió su merecido castigo. Y yo era un puto crío tonto.
jueves, 25 de septiembre de 2014
¿Confesar los engaños?
Conocí en Calella un matrimonio catalán. Recién licenciados y cinco años mayores que yo, lujuriosamente nacarada ella, él un fatuo casi liberado sexualmente. Al segundo día ella pasó la noche conmigo en el apartamento de Carlos Maleras, el de los Gatos Negros. Fue sincera, se lo avisó al marido pero le dejó gimotear toda la noche tras la puerta. Él recibió su merecido castigo. Y yo era un puto crío tonto.
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