Doce del PatíbuloÚltimamente mi blog chorrea más almíbar que el Día de los Enamorados y, cierto espiritu buenista, parecido al de Gran Hermano al principio de temporada, se adueña de mis entradas. Un amigo dice que los autores escribimos para que nos quieran. Y eso me jode. Hay que volver a la cruda realidad.

Me asombra que los blogueros nos queramos tanto, que alabemos incesantemente nuestros escritos y que, cualquier insignificante acción de solidaridad, despierte oleadas de entusiasmo y de lisonja. De verdad, ¿somos tan buenas personas? ¿Escribimos con esa genialidad que nos adjudican? Lo dudo porque pese a tanto afecto los resultados mensurables son satisfactorios pero incompletos. Como el sexo telefónico.

Mi opinión es que los blogs son nidos de vanidad y soberbia. Sinceramente, en general, creo que quienes nos lanzamos a escribir en un blog escondemos siempre un punto de suficiencia. No es malo, salvo en personajes tan desmesuradamente engreídos que apetecerían obligar al resto del mundo a suplicarles clemencia. Por estar ahí. Por coincidir.
Vanitas, Vanitatis...Internet y SaludEs el impuesto revolucionario que debe pagar quien se expone a la opinión pública en la blogosfera. En ella se recibe mucha indiferencia, infinidad de halagos y críticas, bastantes juicios y opiniones mesuradas y, siempre, como no, aparecen personajes insólitos. Sorprendentes por su talento y empatía unos y asombrosos por su gilipollez otros. En general, unos y otros, son la excepción de la medianía. Ángeles y demonios.

Por supuesto, moderar los comentarios permite evitar pelmazos y babosos. Lo malo es que, al cerrarles la posibilidad de vomitarnos encima, quedamos entre partidarios. Hoy, porque también hay placer en confesar, quiero sacarles de dudas. Se lo debo a quienes me dicen que escribo bien, que soy solidario y buena gente. Error.


Hitler y Stalin también amaron y fueron queridos. Eran humanos. Monstruos humanos. D. José adoró a Svetlana y D. Adolfo deseó a su sobrina Geli. El bien no existe sin mal y debe al mal su condición de bien. Pero, cuidado, conmigo están creando ustedes otro monstruo.

Confunden mi sonrisa con bondad, mi silencio con beneplácito, mi sobriedad con virtud y, así, tantas y tantas otras cosas. Es cierto, soy cortés, prudente a veces, austero casi siempre y no demasiado bebedor. Pero no se confíen. No soy un simpático bohemio algo canalla. También odio. Y, en casos límite, me deleito en la ofensa.

Soy tan rencoroso como para cortarle a un tipo los tendones con una cuchilla de afeitar. Tan malo como la abogada PATTY HEWES, interpretada por Glenn Close en la serie "Daños y Perjuicios". Pero más peligroso porque soy menos inteligente.
Es decir, soy un hijoputa más. Espero ser SU hijoputa.